El pasado 11 de marzo se conmemoraron 10 años del Gran Terremoto del Este de Japón (GEJE por sus siglas en inglés). Este triple desastre de terremoto, tsunami y accidente nuclear cobró la vida de más de 18.000 personas ese día, e indirectamente provocó la muerte de más de 3.000 victimas extra. Además, el impacto destruyó 400.000 mil casas de las comunidades a lo largo de 500 km de la línea costera en la región de Tōhoku (Tojoku).
Como si fuera poco la fusión de un reactor en la Planta de Poder Nuclear de Fukushima ocasionó el desplazamiento generalizado y la incertidumbre a largo plazo, así como una complicación excepcional para la respuesta y la recuperación. A los días siguientes del Tsunami, 470.000 personas fueron evacuadas de sus casas, a la fecha cerca de 50.000 personas siguen desplazadas según la Agencia de Reconstrucción Japonesa.
Este desastre, me hace pensar en el impacto que ha tenido la COVID-19 en la seguridad de Colombia después de un año de cobrar la primera de más de 61.000 víctimas hasta hoy. Al igual que el efecto de un Tsunami, la marea de delitos bajó, solo para tomar más impulso y golpear con más fuerza a una sociedad que en general no estaba preparada para el choque.
Es natural que las medidas de aislamiento obligatorio generaran una falsa percepción de seguridad, pues la gente no estaba expuesta a la delincuencia. Sin embargo, la pandemia hizo que tanto ciudadanos como instituciones del Estado se centraran en el árbol de la COVID y no en el bosque de la problemática social represada durante el distanciamiento social. Ya estamos siendo testigos de la ola que se viene: masacres en los municipios rurales, protestas sociales que pasan a la violencia colectiva con más furia en las ciudades, asaltos a mano armada en la vía pública, violencia intrafamiliar donde los niños, niñas y mujeres siguen siendo la población más vulnerable. Este panorama ha generado un alto grado de incertidumbre, sensación de vulnerabilidad e inseguridad en todo el país.
Las medidas tomadas por los gobernantes son cíclicas y reactivas, como si se tratara de una dinámica de policías y ladrones, por ejemplo, incremento de pie de fuerza de uniformados de policía, militarización de las calles, toques de queda y restricciones de movilidad, sin que se logren soluciones a un fenómeno sistémico.
Además, hay que decir que la indisciplina y la falta de conciencia social no ayudan. Esto evidencia que la política de seguridad requiere medidas más integrales con enfoque a corto, mediano y largo plazo. Estas son algunas de las medidas que han tomado países como Brasil, Perú, Canadá, Suráfrica y Australia para hacer frente al fenómeno: tratar la violencia como un asunto prioritario y de salud pública según lo expuesto por la Organización Mundial de la Salud; enfocarse en la prevención para evitar congestionamiento de cárceles; creación de planes de reducción de homicidios bien enfocados, localizados y basados en la evidencia; identificación de los hot-spots o puntos críticos para intervenir de manera preventiva a la niñez temprana; evitar políticas represivas; el uso de un lenguaje no violento; enfocarse en la inequidad, así como en el control de armas; entender que la violencia contra la mujer está ligada con la violencia contra el hombre, especialmente a temprana edad; identificar que los delitos serán virtuales cada vez más; evitar la criminalización y estigmatización de áreas pobres o grupos poblacionales; y finalmente la sociedad en general debe ser más proactiva en aspectos como el desarrollo de una cultura de seguridad personal y comunitaria, reduciendo el riesgo de victimización.
Japón hoy se recupera del desastre, tomando medidas integrales, incluyentes y enfocadas al desarrollo sostenible como resultado de las lecciones aprendidas en esta dolorosa experiencia. Al igual que los efectos del Tsunami, si en Colombia no se toman medidas que disminuyan el riesgo de vulnerabilidad y reincidencia, los problemas de seguridad se convertirán en una enfermedad más crónica de la que será muy difícil recuperarse.
Apreciado Elkin,
Agradezco mucho tus palabras, considero que es muy importante las reflexiones que realizas y haces un perfecto análisis de «las olas» avasalladoras que vienen golpeando implacablemente a nuestra amada Colombia.
Destaco que tu análisis esta acompañado de importantes procesos de referenciación internacional y de argumentos con base en la evidencia científica, lo que permite que se generen propuestas que no se quedan en los apasionamientos o en lo irracional, o en lo intuitivo o en sentido común, sino que dan paso a la construcción objetiva para la toma de decisiones, permitiendo que experimentemos procesos realmente en atención plena y conscientes de cuanto ganamos cuando se prioriza desde lo colectivo, reconocer que somos InterSeres, y que nos asiste la corresponsabilidad.
Éxitos en tu gestión.
Gracias!