Por: Carolina Gutiérrez de Piñeres Botero
¿Las acciones de Epa Colombia pueden ser consideradas prácticas de justicia restaurativa y realmente buscan reparar el daño que causó con su conducta en el pasado?
Recientemente propuse en clase esta reflexión y quiero compartir con ustedes algunas de las conclusiones a las que llegamos. No pretendo generar un debate. Mi motivación es pensar el caso de Epa Colombia como una excusa para hablar sobre el significado de la justicia restaurativa.
La justicia Restaurativa se refiere a un enfoque de justicia, pensado para discutir el impacto real de un crimen, no solo hacia las personas, sino hacia las relaciones y la comunidad, desde un enfoque humanizador y colaborativo. Busca qué, los daños que se han causado, derivados de un comportamiento delictivo o antisocial, sean asumidos responsablemente por el infractor y puedan ser reparados, no solo desde actos de restitución económica, a través de un diálogo, que brinda a todos los involucrados y perjudicados una oportunidad diferente a la justicia tradicional.
Daneidy Barrera Rojas, conocida como Epa Colombia, siendo una reconocida influencer en redes sociales, usó su imagen para “apoyar” un paro, promoviendo actos terroristas y vandálicos. Una vez conoció que sería judicializada, movió cielo y tierra para buscar la compasión y solidaridad de muchos de sus seguidores para evitar la cárcel. Y mostró una imagen de víctima, para lograr cambiar la opinión que se estaba construyendo de ella.
Pero el tema no paró allí. Después de la condena, y a pesar de la intención de la justicia para inhabilitarla para el ejercicio de oficio de “influencer”, logró un mayor número de seguidores de los que antes había siquiera imaginado tener y consolidó un negocio, que le ha permitido dar trabajo a varias personas. Un negocio tan lucrativo que le ha dado la oportunidad de disfrazar sus extravagancias, como la de lanzar dinero desde un helicóptero, de acciones de arrepentimiento y reparación.
Podría pensarse que Epa Colombia ha intentado a través de sus “generosas” acciones, enmendar los daños que causó con sus comportamientos en el pasado. No obstante, estas acciones no han sido el resultado de una reflexión donde todos los involucrados puedan sentarse a discutir acerca de cómo una determinada acción causó un daño, qué tipo de daño se causó, y cómo este debe ser reparada.
¿Cuáles han sido sus verdaderas motivaciones? ¿Quiénes han sido beneficiados de sus acciones actuales? ¿Podría haber sido este un caso para poner en marcha practicas mas reparadoras y menos vindicativas como las propuestas desde el marco de la justicia restaurativa?
En primer lugar, es posible intuir que su principal motivación fue evitar la cárcel, pero la visión que ha generado sobre sí misma de heroína, salvadora y víctima, no solo la ha llevado a no pagar un solo día de cárcel, sino a ser en la actualidad una reconocida y admirada empresaria colombiana.
En segundo lugar, lejos de asumir con responsabilidad y respeto el daño que causó, en ocasiones ha tomado de forma folclórica y deportiva las decisiones de la justicia, restándole importancia al impacto que tuvo su conducta sobre las personas y sobre las cosas.
Por otro lado, su decisión de “generar empleo”, de “repartir dinero desde un helicóptero”, quizás podría tener el fin altruista de querer hacer algo como muestra de arrepentimiento, pero si se observa de cerca, parece más una creativa e inteligente estrategia de mercadeo para aumentar su fama, incrementar el número de seguidores en sus redes sociales y lograr que políticos, un poco desprestigiados, la busquen para llegar a más personas.
Es necesario insistir que la cárcel no es la solución, pero la estrategia de Epa Colombia, podría verse como una forma de justicia por propia mano, y esta tampoco es la solución. Es ella quien ha decidido, sin un acuerdo con todos los involucrados, la forma en que deben ser reparados los daños que ella causó en el pasado, es ella quien ha decidido la manera en que se hará responsable, y es ella quien más se ha visto beneficiada con sus recientes acciones.
Ella merece como ser humano todo el respeto, y también el perdón qué promueve la justicia restaurativa. Pero esto debe hacerse desde el consenso, y no a través de las formas y medios que ha usado ella, como manipular la justicia y a la sociedad a su favor y según sus intereses. En ninguna alternativa de justicia debería ser ella quien decida cómo asumir una responsabilidad y reparar los daños que ha causado.
El caso de Epa Colombia merece una mirada desde la justicia restaurativa. Sus acciones deben ser reflexionadas y comunicadas por todos los afectados en torno a las causas, las consecuencias y el impacto de su conducta, desde el marco del respeto, la compasión y la inclusión, promoviendo medidas de no repetición.
Como dice Howard Zehr, un reconocido padre fundador de la justicia restaurativa, teniendo como base tres pilares: Daños y necesidades, Obligación (corregir) y Compromiso (de las partes interesadas). Incluyendo una conciencia de que, si bien se hizo daño a una víctima (en este caso los bienes públicos y la comunidad en general), también se le puede haber hecho daño al acusado en el pasado, y el daño puede ser un factor en su comportamiento que hay que entrar a revisar como forma de prevención. Debe haber un proceso, que ayude al acusado o condenado a corregir de alguna manera a través de un consenso, el mal que se cometió. Y finalmente, debe incluirse un diálogo con todas las partes (víctima, delincuente y la comunidad) para poder avanzar genuinamente y tener un impacto significativo en la forma en que vemos el daño y al ser humano.